domingo, 14 de septiembre de 2008

Nadando en el otoño

El jueves el otoño llegó y me dio una bofetada en las entrañas.
Difícilmente puede ser peor que este verano en el que el denso calor apenas me dejaba respirar.
Pero no sé. Es una estación triste por definición.
Van dos días en que ni siquiera con titánicos esfuerzos consigo contener unas lágrimas que luchan por escaparse de mis ojos y fluir libres.
Me están ahogando.
Nadie las percibe. Ellas son tímidas y se cuidan mucho de no dejarse ver. Pero se dejan sentir detrás de cada sonrisa que intento dedicar a los que me rodean.
Hoy no había nadie y por eso han jugado todo el día deslizándose por el tobogán de mis mejillas.
Al menos ellas se han divertido.
Mientras, poco a poco, mi vida se anega. No sé si no encuentro el tapón del desagüe o simplemente no veo que merezca la pena destaparlo.

2 comentarios:

Atenea dijo...

Somos agua, a veces mana de nuestros ojos sin saber muy bien por qué, pero dejémosla fluir a riesgo de anegarnos y ahogarnos, fertiliza así nuestro corazón. Simplemente sigamos con los ojos abiertos para percibir la belleza (también la nuestra, reflejada en el universo), de ese modo el agua fluirá libremente y será lluvia vivificante para el alma...

Gea dijo...

Vaya, pues gracias Atenea. No pensaba que nadie leyera esto, o al menos que nadie se parase a contestar.
¡Bonita respuesta!