martes, 24 de noviembre de 2015

Gris



Exploto sin demostrarlo.

O simplemente sigo la inercia de una vida sin tiempo, en la que lo pierdo demasiado.

Ya no sueño. No tengo tiempo ni ganas de hacerlo.

Me conformo. Y creo que esa es la clave de la felicidad.

Pero también del estancamiento.

Creo que cada vez me importa menos todo.

Vivo por primera vez el presente, que es gris claro.

Monótono pero tranquilo. Con alguna sonrisa.

Podría seguir así y no me importaría demasiado.

Salvo por un golpe en lo que más quiero, una incertidumbre y un miedo que enfrentar,
más profundo que ninguno hasta ahora.


Así es como he aprendido a valorar mi gris vida: a base de golpes y comparaciones.

Podría ser peor. Por eso estoy agradecida e inmóvil.

La persona que más quiero en el mundo me tiene que encontrar fuerte y feliz.

Y es lo que intento.

Ser fuerte y feliz.


No concederme compasión sino aceptar lo que tengo y ser feliz con ello.

¿Es la salida? No lo sé. Ya no intento buscarla.

Sólo me quedo donde estoy saboreando un gris claro con pocos matices, pero con buen sabor.

Me pinto la sonrisa y destierro las añoranzas.

Leo lo que me venden las redes y los medios y evito las ganas de crear.

De conectar con mi yo profundo para no caer.

Para seguir estable, fuerte y feliz.


Aunque hoy haya sentido la necesidad de contarlo en mi laguna.

Para no contarlo a nadie. Y contarlo a todos.

Para explotar a mi manera.

Para volver a valorar mi gris felicidad.