domingo, 10 de mayo de 2020

LA DUDA CONSTANTE

Escrito de hace 2 años...se pasa rápido el tiempo... Y eso que entonces todavía no había pandemia...


Mujer, 34 años.
Desde hace unos años me surge la duda, esa que toda mujer que ronda mi edad se plantea, sobre ser o no ser madre. Una parte de mí envidia enormemente a quienes tienen una respuesta clara a esa pregunta. Quizá una de las más trascendentes de la vida. Hijos sí, o hijos no.

Es una decisión que no tiene vuelta atrás, tanto si los tienes como si no. Y quizá por ello me cuesta tanto tener una respuesta clara a la pregunta.

Yo, indecisa por naturaleza, no sé hasta qué punto la duda es mía, o es inducida por la cantidad de veces que escuchas que se te va a pasar el arroz, que si no te decides ahora luego te vas a arrepentir...etc. etc.

Lo cierto es que nunca me he llevado muy bien con los niños. No me sale jugar con ellos de forma natural. Me relaciono torpemente y a veces les trato como si fueran mayores. Me cuesta pillarles la medida y siempre les intento enseñar algo y supongo que ellos no siempre tienen ganas de aprender... Imagino que tiene que ver con mi infancia...yo siempre me relacionaba más fácilmente con adultos que con los niños de mi edad. Quizá nunca supe ser niña...o incluso desde la infancia hay unos corsés sociales en los que yo no encajaba.

Desde que tengo sobrinas he mejorado bastante. Y disfruto mucho con ellas. Aunque también me agoto. Me sorprende su capacidad de aprendizaje, su imaginación y su compleja personalidad tan marcada con menos de tres años...son increíbles. Pero ver a mis hermanas con sus hijas, me hace tener todavía más miedo a la maternidad. Quizá sea cierto, quizá se me ha pasado ya el arroz. No biológico, pero sí mental y quizá físico. Ser madre me parece una de las tareas más difíciles que existen. De las que más desgasta, física y mentalmente.

Hagas lo que hagas te vas a equivocar. ¿Cómo alguien como yo, que no he superado muchas de mis inseguridades, voy a ser capaz de transmitirles seguridad a mis futuros hij@s? Y no sólo eso. Yo quiero y admiro a mis padres. Me parecen unas personas muy inteligentes, sensibles, cabales, idealistas... Sin embargo, siento que se equivocaron en muchas cosas. ¿Cómo yo, que no soy para nada mejor que mis padres, voy a ser capaz de hacerlo mejor que ellos?

No sé, siento que en cuanto me lo planteo mucho, la respuesta ante tener o no hijos es NO. Y no sólo por mis miedos personales. ¿Cómo yo, licenciada con dos másteres y no sé cuántos cursos, que trabaja, sin embargo, de auxiliar administrativo, voy a ser capaz de mantener a mis hijos? Esa duda sobrevuela la cabeza de muchas personas de mi edad y más jóvenes. Hay quien vence el miedo y se lanza, pero yo...no lo tengo claro. No quiero traer una persona al mundo para que tenga que vivir en la precariedad.
Más allá de eso, mi pareja tiene claro que no quiere hijos. ¿Hasta dónde llega mi deseo de ser madre? ¿Pesa más como para dejar una relación en la que me siento relativamente feliz? En este momento la respuesta es NO. Pero no puedo evitar pensar en que quizá más adelante me arrepienta. Los hijos son también un motivo para luchar, para salir adelante. Cuando ya no te quedan fuerzas, hay cosas que no harías por ti, pero sí por ellos.

A mi edad, empiezo a ser consciente de que no voy a llevar esa vida viajera y aventurera con la que soñé. Al final llevas una vida estándar, con un trabajo que te da de comer, pero no te apasiona; en tu misma ciudad natal, que te encanta, pero no te estimula; y con una apacible tranquilidad que deja reflejos puntuales de felicidad en la gama de grises de la rutina.

Y si llevo una vida estándar y empiezo a asumir que no voy a ser la viajera, hippie aventurera que fantaseaba en mis años más jovenzanos...¿por qué no seguir con lo estándar y ser madre? ¿Hay quizá una aventura mayor que esa? Esa que te da sentimientos y emociones más fuertes que ningún viaje, amor o amistad. Esa que te obliga a madurar de repente y a cuestionarte continuamente. Esa con la que no paras de aprender, de ilusionarte y de frustrarte a partes iguales. Quizá SÍ, quiero ser madre.

Pero entonces escucho mis principios. Ese deseo, mi deseo de ser madre, es un deseo egoísta. Es por mí. Por mi crecimiento personal, por encontrar una razón para vivir, por vivir esa experiencia YO.
Porque la futura criatura no ha pedido venir a un mundo cada vez más inhumano, con menos certezas, más egoísta y materialista, en el que posiblemente viva en una precariedad aún mayor que la mía, con peligros en ciernes como guerras, escasez de recursos naturales, etc. etc. Pero precisamente por eso también pienso en la importancia de educar niños con ideas y principios más humanos, más solidarios, más responsables y más respetuosos con el medio ambiente y con sus congéneres. Quizá mis hijos pudieran contribuir a mejorar el mundo...

Demasiadas dudas. Y el reloj sigue corriendo...

Algunas personas me han animado a congelar óvulos, por lo que pueda pasar. Pero es una decisión que, esta sí tengo clara, no quiero tomar. Lo primero porque, viendo a mis hermanas, y diciendo esto desde el total respeto a quienes opinan diferente, no quiero traer un hijo al mundo yo sola. Me parece casi imposible sin alguien que me ayude, y no quiero comprometer a nadie que no sea su padre. Podría hacerlo con un o una canguro pero no tengo capacidad económica para mantener eso. También, me parece muy egoísta por mi parte privar a un niño de la figura paterna (o materna si fuera pareja homosexual). Privar a un niño de dos modelos distintos, de dos figuras en las que apoyarse y reflejarse y con influencia a partes iguales. Además, no quiero ser madre mayor...no me van a quedar fuerzas ni energías para bregar con un adolescente a los 60.

Así que la decisión es ahora. De aquí a uno o dos años como mucho. ¿Cómo tomar una decisión tan trascendente? Y si decides que sí y luego no puedes...He visto a muchas mujeres obsesionarse y sufrir muchísimo por no poder tener hijos. Me da miedo también entrar en ese bucle.

Al final evitas pensar en ello. Y el tiempo corre...
Y supongo que yo, no seré madre.