sábado, 1 de agosto de 2015

Antolín

Te fuiste de repente y ya no sé dónde estás.
A veces me acuerdo de los miles de momentos compartidos
y otras sueño con que volverás.
No me creo que hayamos dejado de importarte de repente
y sin embargo, eso es lo único que parece.
Allá donde estés recuerda que te echo de menos.
Y que pueden más las ganas de compartir litro contigo
(como el ritual que describiste en aquel relato adolescente)
que de darte los cientos de collejas que te mereces.
Por dejarnos solos. Por dejarme sola.
Por privarme de tu apoyo, de tus consejos, de tu compañía...
De todas las divagaciones que sólo nosotros entendíamos.
De esa complicidad fraguada con años y neuronas, con conciertos y frikadas,
con amoríos y confusiones...
Ojalá seas feliz allí donde estés.
Pero creo que nadie puede ser feliz si para ello se arranca una parte de lo que fue.
De lo que es.
Puedes seguir autoengañándote,
pero algún día volverá tu esencia a recordarte lo fingido que es ese mundo de piruleta que te has construido y tragado hasta empalagarte.
Te pasará a ti y posiblemente a todos.
Búscame cuando llegue.
Te estaré esperando para darte una colleja y pasarte el litro.