martes, 10 de julio de 2012

La sonrisa de un corazón de hojalata

Y sentada en una terraza un niño hacía pompas de jabón...
Y recordé a la adulta que las perseguía y a la niña que las reventaba en aquel cuento que narró la mujer de hojalata.

Y ahí estaba yo: ni niña ni adulta.

Cuando todas las burbujas explotan sin que tú puedas evitarlo poco se puede hacer. Ni ir a por ellas para deshacerlas, ni soñar con que duren...

Dejan de existir y no sabes hacia dónde mirar. Es como morir un poco.

Pero aquel día las ví. Recordé que podrían volver. Que aún quedaban niños que soplaban por un aro y creaban belleza de forma simple, casi casual, aunque yo no pudiera sentirla todavía.



Hoy tu mirada ha llegado más profundo. Ha sido como si tus ojos me atravesaran y me golpeasen el corazón, obligándolo a volver a latir.
Hoy has forzado a un corazón desganado a volver a hacer pompas.

Y hoy esa belleza, aunque sea efímera, me arranca una sonrisa. Porque pese a que quizá dure sólo unas horas, un día, un instante, en ese momento el mundo estaba lleno de burbujas relucientes.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las pompas son importantes, efímeras también, quizá sea esa su mayor virtud. Pero quien sabe hacer una, puede hacer ciento, eso es lo lo mejor del juego de las pompas..., pues eso...

Gea dijo...

:)
Eso es